Introducción

Queridos peregrinos, ¡qué alegría veros aquí, en este santuario bendecido por la presencia de nuestra Madre, la Virgen Bisila! Vuestros pasos, cansados quizás, pero llenos de fe, os han traído a este lugar de encuentro y de gracia. Estamos viviendo un tiempo extraordinario, un Año Jubilar, un tiempo de perdón, de renovación y de profunda comunión con Dios. Y hoy, en este remanso de paz, quiero que reflexionemos juntos sobre un regalo inmenso que Dios nos ha dado para este camino: el Sacramento de la Confesión, o como me gusta llamarlo, el Sacramento del Abrazo de la Misericordia.
I. El Jubileo: Un Tiempo Propicio para el Perdón
El Jubileo, como sabéis, es un tiempo especial convocado por la Iglesia, donde la misericordia de Dios se derrama de manera abundante. Es una invitación a volver al Padre, a reconstruir, a sanar las heridas, a perdonar y a ser perdonados. En este contexto, la Confesión adquiere un significado aún más profundo. No es solo un acto individual, es parte de un movimiento global de la Iglesia que busca acercarse a la fuente inagotable de la misericordia divina.
Piensen en el Jubileo como una gran puerta abierta que el Señor nos ofrece. A través de esa puerta, podemos entrar en una nueva dimensión de libertad y de paz, y la Confesión es una de las llaves que nos abre esa puerta de par en par.
II. La Confesión: No un Juicio, sino un Encuentro de Amor
Muchos de nosotros, cuando pensamos en la Confesión, quizás nos vienen a la mente imágenes de un tribunal, de un juicio, de una lista de pecados. Pero quiero invitaros a cambiar esa perspectiva. La Confesión no es un juicio, ¡es un encuentro! Es el encuentro del hijo pródigo que regresa a casa, y el Padre que lo espera con los brazos abiertos.
Es el momento en que, con humildad y confianza, reconocemos nuestras debilidades, nuestras caídas, aquello que nos aleja de Dios y de nuestros hermanos. Y, al hacerlo, no encontramos un juez severo, sino un Padre que nos abraza, nos perdona y nos devuelve la dignidad de hijos amados.
III. La Confesión en Clave Mariana: Con la Mirada de la Virgen Bisila
Estamos en un santuario mariano, bajo la atenta y amorosa mirada de la Virgen Bisila. ¿Cómo encaja María en todo esto? Ella, Inmaculada, sin mancha de pecado, es la perfecta intercesora. Ella nos entiende, nos acompaña en nuestras luchas y nos guía hacia su Hijo, fuente de toda gracia.
Imaginemos que, cuando nos acercamos al Sacramento de la Confesión, lo hacemos de la mano de la Virgen Bisila. Ella, con su ternura maternal, nos ayuda a examinar nuestra conciencia con sinceridad, a recordar el amor de Dios y a confiar plenamente en su perdón. Ella es el camino más corto y seguro para llegar a Jesús.
Cuando confesamos nuestros pecados, es como si la Virgen Bisila, con su manto, cubriera nuestras miserias y nos presentara ante su Hijo, pidiendo por nosotros la gracia del perdón y la fortaleza para no volver a caer. Ella, que experimentó la perfecta unión con Dios, nos enseña la humildad necesaria para reconocer nuestras faltas y la confianza absoluta en la misericordia divina.
IV. Los Frutos de la Confesión: Paz, Libertad y Renovación
¿Qué obtenemos al recibir este sacramento? Los frutos son inmensos:
- Paz en el corazón: El peso de la culpa se disipa, y una profunda paz inunda nuestra alma.
- Libertad interior: Nos liberamos de las ataduras del pecado, que nos impiden crecer y amar plenamente.
- Renovación espiritual: Es como empezar de nuevo, con el alma limpia y el espíritu renovado, listos para continuar nuestro camino de peregrinación con más fuerza y alegría.
- Reconciliación con Dios y con la Iglesia: Nos une más íntimamente a Cristo y nos reintegra plenamente a la comunidad de creyentes.
V. La Práctica de la Confesión: Un Paso de Fe
Para aquellos que quizás hace tiempo no se confiesan, o para quienes sienten cierta aprensión, quiero recordarles que es un acto de valentía y de fe.
- Examen de Conciencia: Tomarse un momento para recordar nuestras acciones, nuestras omisiones, nuestras actitudes que nos han alejado del amor de Dios y del prójimo.
- Arrepentimiento: No es solo sentir remordimiento, sino un deseo sincero de cambiar y de no volver a ofender a Dios.
- Propósito de Enmienda: La firme intención, con la ayuda de la gracia de Dios, de mejorar y de evitar las ocasiones de pecado.
- Confesar los Pecados: Con humildad y sinceridad, decir nuestros pecados al sacerdote, que actúa en la persona de Cristo.
- Penitencia: Cumplir la oración o la obra que el sacerdote nos indique, como signo de nuestra voluntad de reparación.
Recordad que el sacerdote no es más que un instrumento del amor y la misericordia de Dios. Él está allí para acogeros, para escucharos y para absolveros en nombre de Jesús.
Conclusión
Queridos peregrinos, este Año Jubilar y la presencia de la Virgen Bisila en este santuario son una oportunidad inigualable para acercarnos al Sacramento de la Confesión. No dejéis pasar esta gracia. Dejad que la misericordia de Dios os abrace, os sane y os impulse a continuar vuestro camino con un corazón nuevo.
Acerquémonos a este sacramento con la certeza de que seremos acogidos con amor, perdonados con ternura y renovados en el Espíritu. Que la Virgen Bisila, nuestra Madre, nos acompañe siempre en este camino de conversión y de encuentro con el amor incondicional de Dios.
¡Que el Señor os bendiga a todos y os conceda la gracia de un corazón contrito y humillado, dispuesto a recibir su infinito perdón! Amén.
Reflexión escrita por el Rvdo. Fernando INgongo Eningo Patabobe, miembro de las capellanias Guineoecuatoriana en España, con motivo de la XVI Peregrinación a Torreciudad.



